Reunión de la revista Setecientosmonos, bar Savoy, Rosario, 1965.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Entrevista a Ruben Radeff


Entrevista a Ruben Radeff, a propósito de su participación en la revista Setecientosmonos.

¿Cómo se incorpora al equipo de la revista?

R. R: A Juan Carlos Martini y a Carlos Schork los conocía del barrio, nos criamos juntos. Y un buen día estos dos muchachos se largaron a escribir. Me embarcaron en esta aventura, no porque yo escribiera, sino porque estaba relacionado con los libros. Mi vida transcurrió entre libros porque mi padre tenía la librería La Médica. Los que iniciaron la revista fueron Juan Carlos Martini, Carlos Schork, Mario Gesé. Fuimos conociendo gente, las reuniones que hacíamos en el Savoy fueron tomando trascendencia. Me acuerdo de que a una reunión vino Santiago Kovadloff. Cuando un escritor venía a Rosario a dar una charla o a presentar un libro, nosotros tratábamos de ubicarlo y de que se acercara a las reuniones de la revista.

¿Qué se hacía en esas reuniones en el Savoy?

R. R: Se leían poesías, cuentos. Decidíamos que iba a salir publicado en cada número, se ponía sobre la mesa el material que había y se seleccionaba. Recuerdo que en un momento empezó a venir Nicolás Rosa, creo que en ese entonces él ya era profesor en la facultad. Había una amistad muy grande con Carmelina de Castellanos, el esposo también era profesor de la facultad, y a través de ellos llegamos a Sábato. La primera vez que lo vi a Sábato fue en la casa de Carmelina, estuvimos toda una tarde con él. Ada Donato tenía un vínculo muy bueno con nosotros, iba seguido a las reuniones, ella era más grande que nosotros. El poeta Eduardo D’ Anna también asistió a algunas reuniones.

En los primeros números estuvo a cargo de la sección Best Sellers.

R. R: Sí, en esa época recién se empezaba con la moda de los Best Sellers, era la época en que “Cien años de soledad” era Best Sellers. Alrededor de los años sesenta mi padre empezó a editar libros de medicina, entonces teníamos una relación bastante fluida con las imprentas. Por eso después de los primeros números, la revista empezó a salir en imprenta, la hacíamos en Molachino. El número1 y 2 se hicieron en mimeógrafo.

¿Cómo circulaba la revista?

Se vendía fundamentalmente en las librerías de Rosario, la repartíamos en los kioscos céntricos y en la estación de ómnibus. A Buenos Aires llegó recién en los últimos números. En la primera tirada salieron alrededor de trescientos ejemplares, y puede haber llegado a los mil ejemplares en los últimos números.

¿Cuáles eras sus lecturas en esa época?

R. R: Bueno, esa fue la época del boom latinoamericano. Leíamos a Vargas Llosas, Cortázar, Sábato, García Márquez, Borges. En alguna ocasión leímos un cuento de Borges en una reunión para tratar de desentrañarlo entre todos. Con Juan Carlos Martini fuimos una vez a Buenos Aires a la casa de Borges, y a través de la ama de llaves que nos atendió le hicimos saber que hacíamos una revista literaria en Rosario, y que queríamos hacerle una entrevista. Él nos recibió, no recuerdo si finalmente salió publicada esa entrevista.

¿Cómo recuerda la época de la revista?

R. R: Creo que fue importante la revista, junto con otras como El lagrimal trifurca y  La ventana, que hacía Orlando Calgaro. La juventud con inquietudes literarias era la que consumía las revistas, la que se acercaba a las reuniones.

Más adelante abre la librería Signos con Juan Carlos Martini y Mario Gesé, ¿cómo fue esa experiencia?

R. R: Abrimos en un local de la galería La Favorita. Ahí estuvimos un poco más de un año, después pegamos un salto muy grande, y pasamos a Córdoba y Corrientes. El fuerte de la librería eran las Ciencias Sociales y la literatura, era un nido de intelectuales, venía mucha gente de la facultad de Letras. Todas las tardes se acercaba gente, eran habitués Gary Vila Ortiz, Ovide Menin. Después, ya en los setenta, con Juan Carlos Martini y su suegro fundamos la editorial Encuadre. Ahí teníamos material político, ensayos, se publicó el primer libro de cuentos de Fontanarrosa, también “Prostitución y rufianismo”. Con el gobierno militar tuvimos que hacer desaparecer todo, teníamos material muy peligroso para la época: “Escritos económicos” del Che Guevara, “Discursos políticos” de Fidel Castro.

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